viernes, 4 de noviembre de 2011

Laberinto


Bueno saludos a todos, mil años después vuelvo a escribir... no sé de dónde salió este cuento que inicio hoy, tal vez de mis ganas de sacar pensamientos raros, tal vez de la locura que ya se instaló en la cabeza... algún día entenderé de dónde.

Espero se disfruten el inicio de este escrito... Saludos.

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Cuándo sonó el timbre de la puerta, Paula sabía que había llegado aquella carta que esperaba desde hacía dos años. El cartero, dejó la carta debajo de la puerta y siguió su acostumbrado recorrido. Al tomarla, sus manos temblaron levemente hasta que la abrió y sentada suspiró por la forma como iniciaba. “A quién escucha mil canciones sin definirse a una sola, a quién leyó mil cosas sin definirse a un solo género, a quién pertenece a mil mundos, siendo importante en todos.” Fría, Paula prosiguió leyendo aquella carta y jamás creyó que terminara de la forma que terminó.

Tal vez te sorprenda el contenido de este breve escrito, no es largo en contenido, pero sé que te hará recordar muchas cosas de nuestro pasado” proseguía la carta. No más el hecho de recibirla le hacía recordar toda su vida.

Desde que tenía uso de memoria, su vida había transcurrido rodeada de música, libros y telescopios, y claro de la compañía de él, de Julián. Paula conoció a Julián a los seis años, él era el hijo de la difunta Apolonia, la señora que ponía las flores blancas a Santa Magdalena, la señora que todos conocían pero nadie sabía quién era en verdad, callada, enmudecida, misántropa… en una palabra, rara.

Alguna vez, Paula le preguntó a Julián por su madre, y él dijo que el pasado de ella era tan especial que por eso Magdalena era su santa patrona, gracias a ello, Paula entendió porque la vida de ella, era vetada en el pueblo. Doña Apolonia, como buena mujer mayor y beata de un pueblo decadente, escondía el hijo del pecado de la vista de todos. Ella le dictaba clases de catecismo mientras el lúgubre órgano de la iglesia sonaba. Durante mucho tiempo, Paula creyó que esos sonidos del órgano por las tardes, eran los locos ensayos de las misas del Padre Simón, un cura un poco extravagante, que se sentaba a jugar poker con los hombres, a bordar con las mujeres y a contar historias y jugar golosa con los niños del pueblo. Las mujeres lo consideraban beato, los hombres, vividor y los niños demente, y la demencia era contagiosa. Lástima que el Padre Simón fue trasladado a otro pueblo, precisamente por su pensamiento. Con una sonrisa en la cara, y plata para cualquier favor, hizo más por ese lugar que cualquier otro sacerdote. A él le gustaba mucho el sonido de los órganos, pero no tenía habilidades para la música y terminó dejando esos menesteres a Doña Apolonia, que tenía muy buen oído y facilidades musicales.

Precisamente, una de esas tardes -un viernes exactamente-, saliendo de la tienda con los seis huevos para el desayuno, en la mano, Paula lo miró por primera vez, un niño raro con sus ojos verdes y su cabello castaño mal cortado, que demostraba su ausencia con un peluquero decente. Él huyó en un primer momento. Sentirse observado por una persona, no era algo habitual para él. Paula lo siguió primero con la mirada, luego corriendo tras él, hasta que lo miró perderse en la puerta de la casa de doña Apolonia.

Dispuesta a no darse por vencida, golpeó aquella puerta con insistencia, hasta que una señora con una mirada que traspasaba almas, escondida en unas sucias y rotas gafas, abrió la puerta. -Señora Apolonia, buenas tardes- Saludó Paula de la forma respetuosa que su madre le había enseñado. -Hola niña Paula, ¿Qué te trae por acá?- respondió una voz demasiado seria. Al escuchar esas palabras, Paula cayó en la cuenta que no tenía un plan para llegar a una casa así que decidió mentir por primera vez en su vida. – El niño que entró en su casa, me golpeó con una rama en la cabeza, le exijo lo corrija.- Doña Apolonia la miró con una extraña cara, mezcla de odio y sorpresa y la sacó a empellones de la puerta de su casa, culpándola de mentirosa, chismosa y loca. Paula caminando hacia su casa, asombrada, pensando en lo ilusorio que podría ser su pensamiento, volteó rápidamente cuando escucho la voz más perfecta del mundo diciéndole -¿Quién eres?-

4 comentarios:

Nilson Rincon on 4 de noviembre de 2011, 22:41 dijo...

Muchas ocasiones nos arriesgamos para saber algo, ella busca la forma de conocer al chico y para ellos recurre a una pequeña mentira. es curioso pero al parecer es efectivo. Me encantó la entrada.

Sebastian DBiers on 5 de noviembre de 2011, 11:15 dijo...

-Me encanta la forma en la que logras mezclar un pasado con un presente, que está narrado en pasado.
-Me identifico con la actitud de Paula cuando conoce a Julián.
-El final es muy apropiado, tan esperado como inesperado para un fragmento como este.
Esperaré la continuación con ansias.

GridCube on 10 de noviembre de 2011, 10:32 dijo...

:)


tus historias siempre suenan tristes, de cosas que eran buenas antes, que ya no lo son.

de una niñez feliz, con un verdadero amor en la infancia.

me parecen raras tus historias, y por eso me gustan.

Veyita Snape on 4 de abril de 2012, 19:06 dijo...

Me encanto tu escrito; muchas veces mentimos por las ganas de conocer a alguien interesante, esto refleja la verdad de muchos y me encanto, el final es exelente, espero la continuación pronto y me intriga saber el resto de contenido de la carta

 

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