martes, 5 de mayo de 2009

Cinco menos cinco IV

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Bueno... demoro en subir las cosas, no sé porqué. Ya sea por falta de imaginación, de sueños o simplemente porqué los retazos del alma carcomen de a pocos los ideales...

En fin...
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Sonó el pito del tren. ¡Parada cinco! Nestor mirando el vidrió, sabía que aún esa no era su momento de bajar. –Cinco menos cinco. ¿Será simplemente la explicación de la salida del tren?- La niña rumiante solo movió los ojos en actitud de desprecio y desosego al escuchar a Nestor, quién miraba a la pareja descender del tren, mientras dejaban el aire empalagoso con el capricho que confundían con amor. Amor, el sí que conocía, el sí que sabía que era ese absurdo sentimiento. Lo conoció hace 21 años, con aquella que hoy, lo tenía pensando sin entender porqué en un número primo. Recostándose en su silla, Nestor cerró los ojos para visualizar mejor sus recuerdos…

 

Pablo se quedó mirando a su Madre, mientras con una sonrisa la enfrentaba. -¿Tienes miedo del que dirán? Jajajaja claro, una señora de la burguesía como tu, no está acostumbrada a nada extraño…Burguesía absurda y estúpida. Aunque más absurda es tu idea de querer retener hijos como objetos inanimados. Entiendelo madre, es más fácil que Nestor se vaya por su propia cuenta  y sea feliz en otro lugar, que no estar acá a tu lado.  Pobre de mi hermano, tener que soportarte solo porque es menor de edad-  -¿Ves?- Le interrumpió la madre - Tu mismo lo has dicho, menor de edad, no tiene edad para estar pensando en cosas que no son.- -Madre, eres tan ignorante, menor de edad no significa menos inteligente, sino, jamás hubieses pasado de los… No sé ¿Tres años? Más bien me iré y te dejaré en paz- Dijo Pablo mientras miraba a Nestor.- Hermano…te dejo mi guitarra, creo que me queda más fácil buscarla en otro lugar  que a ti seguir sin ella.- Creo que en la edad que podía tener, Nestor no entendía como su madre iba a permitir que se fuera Pablo. -Espera no me puedes hacer eso- Quedaste de acompañarme a…- Nestor calló instintivamente.  –Está bien, Pablo, ve- . No alcanzó a decir más palabras, cuando sintió como su madre lo subía escaleras arriba para que no hablara más con Pablo. La última mirada que pudo ver de su hermano no le gustó nada.

 

Sonó el pito del tren, y recordó la guitarra de Pablo, ya un poco maltratada por tantos años de uso. Esa guitarra que le había valido tanto en la vida, el único recuerdo tangible de su hermano. Cuando él se fue, Nestor se encerró en su cuarto, cual niño diferente, hasta olvidó comer, durante cinco días. Valeria y la música, fueron su alimento, su pasión. Su madre, lo reprendía y creyó que cuando el salió de ese encierro, había sido por sus palabras. ¿Serían acaso esos cinco menos cinco que Valeria decía en su nota? Decidió obviar dicha idea y siguió recordando al ver subir al tren a una mujer de color con una bebe dormida en brazos  que se sentó donde antes estaba aquella pareja. Mirándola, recordó a Dolores. Ella, la nana de Valeria, la mamá ante la ausencia de la misma, quién fuera desprendida de este mundo en manos de la parca misma. Su cómplice real. Esa imagen era digna de recordar por cualquier mortal, la tez marfílica de Valeria, contrastada con la tez de Dolores, la perfecta representación de la locura.  Dolores, la que de lejos solo veía a Valeria escuchar la melodía del silencio, la cómplice de las anheladas pero extrañas reuniones en la orilla del río. Aquellas donde imperaba la quietud, el silencio de la voz, para dar paso a la genialidad de la compañía de la música.

 

Cuando Nestor salió de ese encierro dirigido por su alma, su madre le obligaba a estar con ella cada vez que salían, en especial los domigos, luego de la misa de 7:00 am. Era la forma de mostrar a la sociedad, lo que era una madre de verdad. Aquella sociedad, tan creyente de la sevicia y el engaño, solo atinaban a mover la cabeza en señal de aprobación. Nestor era el sueño realizado de aquella sociedad. Un ser reconocido por su nombre y condición mas no por su inteligencia o valor. Con diez años, el ya debía de ingresar a una escuela, pero como su madre no lo dejaba salir  sin ella, le contrato un profesor particular. Aquel despreciable ser que pretendía enseñar etiqueta, moral y ética, siendo un ladrón de sueños y de ilusiones. ¿Dónde existía la ciencia? ¿Dónde la filosofía? ¿En que parte se inculcaba a la música y a las matemáticas?






 

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