Luego de traer recuerdos con esa carta perdida, Nestor decidió dormir un poco, tal vez, así podría estar más cerca de Valeria. Podía casi sentir su aroma rondando por aquel tren. Ese inconfundible olor, pero estaba ya tan cansado y exhausto por aquel viaje, que se convenció a si mismo que aquello era su alma atrofiada, confundiendo olores dentro del laberinto que significaba su mente.
Soñó algo extraño, que cuando despertó tuvo la sensación que era algo que había vivido pero que no quería o no debía de recordar. Lleno de lágrimas con la ausencia del ser amado, Nestor soñaba con Valeria, con su presencia a su lado. Lloraba al imaginar que lo olvidaría en ese largo viaje, más bien en ese adiós definitivo. Veía a Pablo alejarse más y más mientras pedazos de papel de una carta olvidada que él había escrito, lo acompañaban. Alcanzaba a leer antes de que se desintegrara, las palabras que había dejado surgir en la tumba de Pablo.
“Se fue, y el calor del plomo en su pecho no se compara con el frío dolor de su ausencia; Partió en un acorde mudo hacia un pentagrama infinito caminando por escalas perfectas que ahora solo él escucha. Mientras tanto, yo me quedo en este estruendoso vació absurdo, intentando tocar algo en su honor con la infame esperanza de que lo escuche, queriendo ignorar que se llevo el sonido de mi guitarra con él y que cada disparo, quema levemente mis últimos vestigios de inspiración.
En vano he intentado parir nostalgia y dolor para construir algo, y pegarlo con las lagrimas que robo de mi, intentos desesperados por gritar lo que siento desde ese fatídico momento, todos fallidos por cierto. Resta agradecerte por todo y decirte una vez más que te admiro, cada día un poco más y anhelo algún día lograr ser tan sabio como tú y responder a todas las preguntas con silencio. Hasta siempre hermano, adiós Pablo.”
Luego, esa imagen cambiaba, veía a Valeria ataviada, rodeada de hombres con dinero, con fama, con todo aquello que él un simple mortal, un simple músico andariego nunca podría brindarle. Veía a su madre y una energética mirada, diciendo sólo una palabra que era su único recuerdo del sueño.
Despertó rodeado de varias personas, entre ellas la niña rumiante y su madre. El ayudante del tren traía un poco de agua con albahaca para purificar el alma de este pobre viajero. La niña rumiante lo miraba absorta y él, abrió los ojos mirándolos a todos. –Qué pena, una pesadilla- dijo con el máximo convencimiento, sin ni siquiera saber que era lo que había pasado, ni la razón de la cara de espanto de la gente.
Nestor se quitó la chaqueta y miró el horizonte. Se sentía observado, pero intentaba ignorarlo pensando en Valeria y Pablo. De pronto, se fijó que la niña rumiante se quitaba el chicle de la boca y le preguntaba ¿Qué es Aldrig? ¿Qué significa eso? Tu voz desgarradora y tus gritos ensordecedores despertaron a todo el tren.
