lunes, 24 de agosto de 2009

Cinco menos cinco VI

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Bueno, prometí a Orlando que iba a subir una sexta parte y acá está... espero la disfruten.

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Cierto día, Valeria le entregó un pergamino a Nestor, quien intrigado lo abrió para encontrar tan solo un pentagrama. Entendió que era un mensaje.


Fue entonces cuando luego de largo tiempo, ella volvió a hablar. – Creo que un músico con imaginación como eres tu, lo puedes entender bien.- Nestor sonrió y respondió- Vaya, creí que jamás volvería a escuchar tu voz - - No lo creas, la escuchabas en el río, en cada una de las notas que proferías con la guitarra. Igual, también hubieras podido hablar y no lo hacías.- dijo Valeria tirando una pequeña piedra al río.- No quería romper la magia del momento- dijo en un susurro Nestor. – Un momento un poco extenso ¿No crees?, Lo bueno, es que la vida no se mide en tiempo ya que es atemporal, se vive en momentos, instantes… - respondió Valeria sonriendo y tomándolo de la mano.

Nestor guardó la nota en el bolsillo dispuesto a llegar a su casa, entenderlo y comprenderlo todo, luego con las últimas fuerzas de la noche, improvisó una canción especial para Valeria. Ella se acercó y lo beso en la mejilla y se alejó junto a Dolores tiritando por el frío de la noche. Nestor, lejos de tener ese frío encontró una calidez en el ambiente que jamás había sentido, y que no sentiría con nadie más, que solo se complementaría y exponenciaría con la presencia de Valeria.

Nestor llegó a su casa y se encontró con la desagrdable sorpresa de ver a Milciades en la entrada de su casa, en compañía de su madre, quien se veía más molesta que preocupada. – Le dije, mi doña, ese niño no puede seguir siendo tan malcriado- dijo Milciades a la madre de Nestor, antes de que ella diera respuesta alguna, sin aviso alguno Nestor respondió -Profesor, ¿Usted cree que existe alguna representación mental en los contextos de la locura?-. Milciades lo miró con el desprecio que solo alguién que ignora una respuesta puede hacer y mirándo a la madre de Nestor acotó.- Señora, si me permite generaré un castigo ejemplar a su hijo- -Hagalo Milciades, es importante que el aprenda a respetar- dijo su madre. Nestor miró a todos los del vagón dormir profundamente, el, con su infinito insomnio, no podía hacerlo. Los envidió. Pero también recordó lo que sentía en el momento que su madre dijo eso. ¿Respeto? ¿Y donde quedaba el respeto a la vida de él mismo? ¿A sus ideales?

Nestor con la mirada desafiante inmutable de ese momento, siguió recordando. Cada golpe, cinco series de cinco ¿Serían eso los cinco menos cinco? Cada una de esos golpes que sufrió protegiendo la guitarra de Pablo de los inclementes golpes que propinaba Milciades. – Así que esto es lo que hacías noche tras noche. ¡Tocar Guitarra!. Nestor miró el paisaje oscuro y sin luna que se veía fuera del tren y recordó aquellas tétricas noches sin ver a Valeria, ya que en su desespero, Milciades convenció a su madre para protegerlo “A como dé lugar” de las malas influencias de la noche. Fueron otros tres largos años. Él encerrado en la habitación de su casa, componiendo canciones de amor. Ella, en una triste desolación sin su presencia.

Así pasaban las noches, Milciades que encerrando en la pieza a Nestor, quién solo cantaba a la luna componiendo canciones, esperando acortar así distancias. A lo lejos, en otro rincón atípico de aquel pueblo, Valeria escribía con la tinta que fluía de sus manos la más desesperada oda a la locura. Aquella con la que podía seguir maltantando al papel, asesinando a la literatura con profesa pasión. Ambos, a distancia, sabían que su musa, su inspiración dormitaba lejos de ellos, separados tan solo por unos metros, que cerrando los ojos se convertían en unos pocos milímetros.

domingo, 16 de agosto de 2009

Cinco menos cinco V

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Hacía tres años, Nestor se pasaba leyendo en las mañanas los tantos libros que Pablo tenía en su biblioteca personal, había tantos temas, tantos libros que día tras día, podía aprender más. En las tardes, se pasaba componiendo música y ensayando en la guitarra. Dejaba surgir en las noches su tristeza con Valeria, quien enmudecida solo movía la cabeza al son de la música. Así, en el amanecer, cuando ella se iba a su casa en compañía de Dolores, Nestor tenía un nuevo aire y una nueva ilusión por vivir, respiraba profundo y pensaba en ella, en la música que había adornado el aire y en ciertas ocasiones, - porqué negarlo- pensaba en Pablo. Había logrado pasar tres años sin proferir una sola palabra con Valeria, porqué la música lo decía todo. Ella, lejos de preocuparse por hablar, se veía feliz de mantener el silencio.

Pero ahora, con la presencia de Milciades, cambiaron sus planes. El llegó a levantarlo a las cinco de la mañana, para rezar el rosario, las jaculatorias y no sé recordaba ahora, que innecesarias cosas más. A las siete de la mañana, en una mesa triste, que aunque llena de mil banquetes era igualmente deprimente, se sentaban a mantenerlo con la espalda recta, con el buen comer, con las manos estiradas que jamás alcanzaban a tocar el plato de comida… así solo fuera un mendrugo de pan. A las ocho y treinta ya estaba frente a un pupitre improvisado hablando sobre la ética de la cual, el- Nestor- debía sentirse orgulloso. A las 12:30 era la segunda clase de etiqueta.

Como las odiaba, pero en silencio Nestor callaba todo, sabía que tenía que ser inteligente ante esa masa de ignorantes. Tal vez por eso, la sociedad era feliz felicitando a su madre por el “buen hijo que tiene” por lo “juicioso” que era. Y ella, orgullosa decía, “Si, mi hijo es todo un modelo a seguir”. En cambio… como murmuraban sobre Valeria y su padre. Quien acolitaba y apoyaba esas diatribas era la misma madre de Nestor. – Esa niña, su padre la deja correr todo el día por el bosque aledaño, parece una salvaje.- -¿Sabías que si ella no quiere ir los domingos a misa, el la deja hacerlo y que en vez de ello prefiere irse a hablar irreverencias con los ancianos locos del pueblo y con esos negros y gitanos?- Respondía otra señora de alta alcurnia.- Eso no es nada querida, si la nana es uno de esos mismos homúnculos… El Padre Miguel una vez me comentó que ella estaba utilizando unas palabras que ni él mismo en su santa sabiduría sabía y que al buscar que significaban eran las peores blasfemias y herejías contra Dios.- Murmuraban como gallinas las compañeras de la madre de Nestor. – Quien creyera que tengan la misma edad con tu hijo- decían ellas santiguandose.

Pero lejos de esa realidad atípica que pintaban, existía la verdad. La que iniciaba a las diez de la noche, bajo las cuerdas de una guitarra. Aquellos dos polos se encontraban y lograban la real armonía bajo la mirada celestina de Dolores, ella, la única que sabía que esa música que adormecía al pueblo, la generaba el pequeño Nestor, la música que todas las noches, esa sociedad atribuía a tener la conciencia tranquila, el regalo mismo de la divinidad.

Luna...

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En la parsimonia del alma, un velo se desvanece en aire,
controlando con ansias el ávido deseo de sentir.

Un abrazo,
un ósculo

tan sutil como Eolo llegando a tu cuerpo
Depositando la demostración del amor hecho verdad.

L
u
n
a,

distante abraza el encierro de un hada, el saber de un duende.
Envuelve en tu halo de luz mi ser frustrado y apagado.
Devuelve la realidad a su lugar… hazme conocer el poder de cambiar.

sábado, 15 de agosto de 2009

Suspiro

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Te escribo un susurro, lo disfruto en los dedos antes de salir…

Te deletreo un deseo. Tan tangible, distante, casi un beso, un ensueño.

Te resueno el alma sin poseso, la locura, el deseo, la caricia, un proceso.

Te concedo, ser hacedor de vida, de sueños. Mi esperanza … mis miedos.
 

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