domingo, 16 de agosto de 2009

Cinco menos cinco V


Hacía tres años, Nestor se pasaba leyendo en las mañanas los tantos libros que Pablo tenía en su biblioteca personal, había tantos temas, tantos libros que día tras día, podía aprender más. En las tardes, se pasaba componiendo música y ensayando en la guitarra. Dejaba surgir en las noches su tristeza con Valeria, quien enmudecida solo movía la cabeza al son de la música. Así, en el amanecer, cuando ella se iba a su casa en compañía de Dolores, Nestor tenía un nuevo aire y una nueva ilusión por vivir, respiraba profundo y pensaba en ella, en la música que había adornado el aire y en ciertas ocasiones, - porqué negarlo- pensaba en Pablo. Había logrado pasar tres años sin proferir una sola palabra con Valeria, porqué la música lo decía todo. Ella, lejos de preocuparse por hablar, se veía feliz de mantener el silencio.

Pero ahora, con la presencia de Milciades, cambiaron sus planes. El llegó a levantarlo a las cinco de la mañana, para rezar el rosario, las jaculatorias y no sé recordaba ahora, que innecesarias cosas más. A las siete de la mañana, en una mesa triste, que aunque llena de mil banquetes era igualmente deprimente, se sentaban a mantenerlo con la espalda recta, con el buen comer, con las manos estiradas que jamás alcanzaban a tocar el plato de comida… así solo fuera un mendrugo de pan. A las ocho y treinta ya estaba frente a un pupitre improvisado hablando sobre la ética de la cual, el- Nestor- debía sentirse orgulloso. A las 12:30 era la segunda clase de etiqueta.

Como las odiaba, pero en silencio Nestor callaba todo, sabía que tenía que ser inteligente ante esa masa de ignorantes. Tal vez por eso, la sociedad era feliz felicitando a su madre por el “buen hijo que tiene” por lo “juicioso” que era. Y ella, orgullosa decía, “Si, mi hijo es todo un modelo a seguir”. En cambio… como murmuraban sobre Valeria y su padre. Quien acolitaba y apoyaba esas diatribas era la misma madre de Nestor. – Esa niña, su padre la deja correr todo el día por el bosque aledaño, parece una salvaje.- -¿Sabías que si ella no quiere ir los domingos a misa, el la deja hacerlo y que en vez de ello prefiere irse a hablar irreverencias con los ancianos locos del pueblo y con esos negros y gitanos?- Respondía otra señora de alta alcurnia.- Eso no es nada querida, si la nana es uno de esos mismos homúnculos… El Padre Miguel una vez me comentó que ella estaba utilizando unas palabras que ni él mismo en su santa sabiduría sabía y que al buscar que significaban eran las peores blasfemias y herejías contra Dios.- Murmuraban como gallinas las compañeras de la madre de Nestor. – Quien creyera que tengan la misma edad con tu hijo- decían ellas santiguandose.

Pero lejos de esa realidad atípica que pintaban, existía la verdad. La que iniciaba a las diez de la noche, bajo las cuerdas de una guitarra. Aquellos dos polos se encontraban y lograban la real armonía bajo la mirada celestina de Dolores, ella, la única que sabía que esa música que adormecía al pueblo, la generaba el pequeño Nestor, la música que todas las noches, esa sociedad atribuía a tener la conciencia tranquila, el regalo mismo de la divinidad.

2 comentarios:

Issa on 16 de agosto de 2009, 20:57 dijo...

Ay la música.
La música, Nestor y Valeria.
La música, Nestro, Valeria... la magia.

Y es que sólo la música puede tener ese poder.

"Había logrado pasar tres años sin proferir una sola palabra con Valeria, porqué la música lo decía todo. Ella, lejos de preocuparse por hablar, se veía feliz de mantener el silencio"

Esa parte me superó, la amé en serio. De hecho amé todo pero esa parte en especial, me encantó.

Ay amo esta historia. De verdad (L)
Y amo el blog, amo el diseño y todo.

t'adoro Isy (:
Besitos *-*

Unknown on 17 de agosto de 2009, 17:38 dijo...

Isy, que historia tan buena, me encanto esta parte, todas me gustan pero esta me gusto mas xD, sigue escribiendo, para que sigamos leyendo esta magnifica historia.
un abrazo!

 

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