jueves, 16 de mayo de 2013

Laberinto VI



Buenas noches a todos, de alguna forma salió a flote este capítulo, espero que sea de su agrado.

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¿Cuáles serían las cosas que podrían acaecer un corazón y que no permitir que la mente se concentre tan fácilmente? ¿Qué es aquello que realmente dispersa el pensamiento? ¿Será acaso que el tiempo no nos deja atrás realmente y todo se convierte en un remolino de instantes que confluyen en un instante, todo al mismo tiempo? ¿Será el amor acaso el peor y el mejor de los recuerdos?


El tren la llevó lentamente a la casa, y cada lugar que recorría con la mirada, se hacía tangible en los recuerdos y entendía que una vez más, Julián estaba en lo correcto.

Paula se dio a conocer en la nueva escuela, era una persona brillante y aprendía de su alrededor, sus compañeros no la determinaban mucho, ya que siempre salía de afán y no compartía con ellos más allá de lo suficiente. Aun así, un muchacho logró llamarle la atención y ella a él. Se llamaba Samuel.
Samuel logró compartir con ella una relación algo singular, ella no podía concibir los días de la escuela sin él, y él no podía sentir el aire de la misma forma, cuándo estaba a su lado. Los padres de Paula lo conocían como el compañero más cercano a ella. Desde ese entonces, la maña de Julián de no expresarse de forma oral con las personas, salió a flote. Julián se había detallado que Paula hablaba sobre Samuel todo el día, lo comparaba con las estrellas, lo comparaba con los árboles, lo comparaba con el viento y eso le hizo ponerse a la defensiva, cuándo ella le sugirió que lo conociera.

-Terco.-  Decía Paula mientras arreglaba en el cuaderno, la constelación del carnero para una tarea. – Lo soy, lo seré y no dejaré de serlo- respondía serio Julián, mientras arreglaba una guitarra de madera. -¿Cómo sabes que no dirá algo a tu familia?- dijo mientras limpiaba con suavidad ilógica en él, el mastil algo maltrecho. - No lo ha hecho, él ya sabe de ti, sabe que tengo fascinación por el cielo por tu culpa,  que eres mi hermano sin ser familia. Me siento como cuándo estabamos en el pueblo, como todo a escondidas- respondió Paula seria. -Como siempre, como nunca.  Son mis raíces, son mis reglas- terminó Julián la conversación. Paula suspiró mirando su cuaderno, y una sonrisa se escapó pensando en Samuel.

- Dale esto de mi parte- dijo Julián un martes en la noche, sacando un pequeño paquete con una nota. -Si lo entiende, volveré a escribirle algo y le daré la alegría de poder leer lo que él me diga-  Paula leyó la nota con una cara de consternación. – Tu traerás la respuesta- Paula interpretó esa determinación como el permiso que nunca necesitó de su familia. 





Del sueño, el vuelo. Del cielo, amante. De la espera, amigo.



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